El cáncer de colon o cáncer colorrectal es aquel que, como su nombre lo indica, se origina en el intestino grueso (colon) o en la parte final del mismo (recto).
A su vez, es el tipo de cáncer con mayor tasa de muerte en Estados Unidos, lo que ha generado una campaña permanente en busca de la detección oportuna que puede llevar a la recuperación completa.
El colon y el recto forman parte del aparato digestivo, como tramo final del sistema gastrointestinal. Si recordamos, el camino de los alimentos empieza en la boca, sigue por el esófago, el estómago, el intestino delgado y posteriormente, el intestino grueso.
La mayor parte del intestino grueso está compuesto por el colon, un conducto muscular de más de metro y medio de longitud, el cual absorbe agua y sal del material resultante de la digestión hasta convertirlo en material de desecho que será almacenado en el recto, para su eliminación.
Casi todos los casos de cáncer de colon comienzan en las capas de revestimiento del colon y del recto y en su mayoría, inician como pólipos no cancerosos (benignos) que poco a poco se van convirtiendo en cáncer.
Desde luego, no todos los pólipos llegan a ser cáncer, la probabilidad depende del tipo de pólipo. Pero a su vez, su crecimiento, extensión y transformación en cáncer suele durar varios años, otorgando gran oportunidad en el diagnóstico preventivo.
Aquellos pólipos con mayor potencial de transformarse en cáncer son los adematosos (adenomas) a los que también se les denomina, afección precancerosa.
Al formase el cáncer, este puede empezar a extenderse en la pared del colon o del recto, pueden creer hacia los vasos sanguíneos o los vasos linfáticos, desde donde pueden trasladarse hasta los ganglios linfáticos adyacentes u otras partes del cuerpo, como el hígado. Un proceso conocido como metástasis.